El Jueves Santo de 1997, Deborah tiene una visión conmovedora: el Señor está ante ella, caído al suelo como muerto, no responde… Luego levanta la cabeza y le muestra todo el sufrimiento: su rostro está lleno de contusiones e hinchazones, en particular un pómulo, que está notablemente hinchado, desfigurado por una contusión que lo hace sangrar. Es un golpe de palo, que le fue dado por un soldado romano:

“Si tú me honrarás en el dolor de mi santo rostro, por medio tuyo esparciré en el mundo una lluvia de preciosísima Sangre…Me estoy muriendo, hija mía!

Esta herida que me da pena altísima es la dolorosa golpe de palo infligida por el soldado. Difunde la devoción y por mis méritos de haberla soportado, concederé liberaciones de los tormentos

Alma mía, no hay palabras para describir la pena” (Jueves Santo, 27 de abril de 1997)

ORACIÓN A LA LLAGA DE LA MEJILLA DERECHA DE JESÚS

Dulce Jesús, Señor mío, contemplando Tu Rostro desfigurado por el odio, me aparece clara toda la tribulación en la que están inmersos los hombres. Hoy Tú me llamas con la expresión del padecimiento, que miro en Tu Cara ensuciada, vituperada y tumefacta por la violencia, que no tiene tregua. He aquí que yo, mísera cual soy, veo delante de mí otro signo de Tu riqueza con la que quieres curar al mundo: la Llaga de la mejilla derecha.

Aquí se ha parado mi mirada, se ha callado toda ansia interior, se ha saciado mi humano buscar y ha empezado de nuevo con fuerza  mi débil humanidad. O preciosísima Llaga, que emanas el deseo divino de ofrecer a las criaturas amor, perdón y curación, ¡dame inalterable paciencia ante el camino santificante de la prueba que tengo que afrontar! Recordando el dolor padecido por el dolorosísimo bastonazo sobre Tu pómulo rosado y virginal, brota en mí una inextinguible gracia de seguirte, perseverando en Tu seguimiento. Oh Amor no amado, permite que, mediante esa Llaga desconocida, yo me incline a recoger en el alma la Sangre Divina que de ella brotó. ¡Líbrame de toda culpa que proviene hasta de la séptima generación!

¡Purifícame en el lenguaje inculcado por la lógica de la materia!

Cúrame en los pensamientos y en los recuerdos, que siguen turbando mi mente a causa de pecados cometidos.

Oh Jesús adorado, gracias por haberme revelado todo el tesoro escondido en la veneración a esta Llaga, que me es dulce honrar cada día de mi vida, como signo de Tu presencia viva y operante en la Iglesia.

Ahora yo bajo los ojos, Te beso porque tengo perfecta confianza en Tus promesas y Te digo: como Tú quieras, donde Tú quieras, cuando Tú quieras, visítame con Tu Pasión, con Tu Potencia, con Tu Gloria. Amén. (oración sacada de las meditaciones de Débora)

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